UNA TEORÍA SOBRE LOS SERVICIOS SECRETOS

En: Comunicación Institucional|Comunicación Política

16 Ene 2013

En este Blog ya me he ocupado de los servicios secretos. Lo he hecho en una entrada que titulé «La comunicación política y los servicios de espionaje». Comenté un libro que me parece excepcional: Man Without a Face (1997) (El hombre sin rostro, Jaime Vergara,1997), de Markus Wolf (que escribió con Anne McElvoy), el responsable durante 35 años del servicio secreto de la antigua República Democrática Alemana.

Finalizaba esa entrada de este modo:.«Cuando él intentó convertirse en el malogrado Andropov o en el desafortunado Gorbachov, versión Alemania del Este, la realidad había cambiado tanto que a sus 67 años, cuando quiso reconducir democráticamente el comunismo en Alemania, los jóvenes le rechazaron. Lo consideraban una reliquia de un mal pasado. Murió a los 83 y siempre conservó una lucidez extraordinaria para juzgar los acontecimientos. Sólo he visto a otro personaje de los servicios secretos que se le acercase en esa lucidez: Richard Helms, el Director de la CIA desde 1973 a 1977 (sólo 4 años en el puesto, frente a los 35 de Wolf). Seguiré ocupándome en este Blog de Markus Wolf y de Richard Helms. Mientras innumerables políticos odian la realidad, estos dos personajes, desde perspectivas contrapuestas, la respetaban. Por eso, también, sus experiencias son tan importantes en Comunicación Política».

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Pues bien, todavía no me he ocupado de Richard Helms, ni de otro personaje excepcional, Ephraim Halevy, director del Mossad -servicio secreto israelí- de 1998 a 2002, aunque llevaba trabajando en ese servicio desde 1961. Prometo que me abordaré la trayectoria de estos dos personajes en próximas entradas. La razón fundamental por la que no lo hago ahora es porque prefiero exponer la teoría que Christopher Félix desarrolló sobre la Información de los Servicios Secretos en su libro A Short Course in the Secret War (Nueva York, Dell Book, 1988). No hay nada más útil que una buena teoría. Félix ofrece una serie de categorías que ayudan a moverse en medio de una gran masa de informaciones.

Tres proposiciones:

a) Para que la información sea poder, ha de ser secreta, tanto si el competidor se ha preparado su trabajo en este aspecto como si no.

b) Además, la información secreta sólo es poder en una situación de conflicto o competición. El conflicto no tiene por qué ser bélico. Puede aparecer en cualquier esfera de la actividad humana.

c) En tal situación, el poder no tiene significado a no ser que se use, implícita o explícitamente, para conseguir los objetivos deseados. En la guerra secreta, esos objetivos son el cumplimiento de las políticas nacionales; exigen la adaptación de las técnicas de las operaciones de inteligencia secreta al conflicto político.

Las formas de secreto están muy ligadas a las técnicas para establecer el secreto y mantenerlo. Así, una operación clandestina es oculta pero no disfrazada; una operación encubierta está disfrazada pero no oculta. Una operación clandestina es menos difícil pero más arriesgada que una encubierta.  Una operación clandestina es aquella en la que su carácter secreto depende de la destreza para utilizar circunstancias naturales que oculten la operación y la tornen invisible para el enemigo.

Quien participa en ella no se esfuerza en enmascarar la operación; es secreta sólo porque la esconde, pero es exactamente lo que parece ser. Por supuesto que hay un gran elemento de casualidad en cualquier operación clandestina: un coche-patrulla, una persona que está paseando a su perro advierte algo raro y llama a la policía… pueden destruir el carácter secreto y la operación misma. Quienes participan en una operación encubierta intentan minimizar precisamente ese elemento de la casualidad. Un experto en comunicaciones de inteligencia puede utilizar como tapadera un puesto de experto en agricultura y tener sus documentos falsificados. Una operación encubierta es visible; su(s) protagonista(s) no intenta(n) ocultarla; su mayor esfuerzo consiste en enmascararla. No es lo que parece ser.

La información buscada sobre el enemigo concierne a sus capacidades y sus intenciones. Es mucho más fácil averiguar las capacidades que las intenciones.  La diferencia es similar a la existente entre el póker -donde el jugador trata de averiguar las capacidades del oponente- y el ajedrez -donde las capacidades son manifiestas y lo que el jugador busca es averiguar las intenciones del oponente. Finalmente, los calificativos que se aplican a los secretos – Muy secreto, Secreto, Confidencial, Restringido, etc.- indican qué grupos de personas tienen a la información específica clasificada. Teniendo lo anterior presente, es más fácil captar lo que cuentan las autobiografías de o las biografías sobre los protagonistas de los servicios secretos.

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Acerca de este Blog

Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.

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